miércoles, 20 de marzo de 2013

Fallas.

Llega marzo, con él, comienza a extenderse el agradable perfume a pólvora por las calles de la ciudad de Valencia. El artista pirotécnico aguarda impaciente a que lleguen las dos de la tarde y la fallera mayor anuncie que puede dar comienzo la mascletà.
Entonces, se prende la mecha y comienzan a explotar los petardos al ritmo de una canción de Safri Duo. Finaliza la mascletà con un saldo de 300 kilogramos de pólvora utilizados durante el espectáculo de cuatro minutos.
Pasan los días y, finalmente llega el tan ansiado día: San José, el patrón de los carpinteros. Ese día en el que las grandes estructuras que simbolizan los aspectos crudos de la sociedad son arrasadas por el fuego purificador.
Llegan las 10 de la noche, los monumentos infantiles, que habitualmente son construidos por los propios miembros de las casas falleras se reducen a ceniza, con las consiguientes lágrimas de los niños.
Es la hora, por fin, ya es medianoche. Es momento de contemplar cómo todo el trabajo de todo un año pasa a consumirse con gran voracidad. La fallera mayor da orden al pirotécnico de comenzar con el castillo previo a la cremà. Finaliza el castillo y la fallera aprieta el botón que conduce al irrefrenable fin del monumento, ha comenzado la traca que prenderá la falla. Unos veinte minutos más tarde, aquella preciosidad de porexpán, madera y pintura ha sido reducida a humo, ceniza y a lágrimas en los rostros de los más implicados en esta fiesta.
Ahora solo queda empezar a pensar en el año que viene...

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